domingo, 26 de febrero de 2012

La sopa está fría

Una pareja tuvo un hijo sano y hermoso; pero, conforme fue creciendo se dieron cuenta de que el chico no hablaba. Lo llevaron a los mejores médicos del país, pero todos les dijeron que no encontraban ningún problema. Por lo demás, el niño, se desarrollaba con toda normalidad. Tan es así, que la familia se acostumbró a hacer vida normal, aceptando la situación. Un buen día, cuando el muchacho era ya adolescente, a la hora de comer, de repente, dijo a sus padres: "la sopa está fría". Los padres, locos de alegría lo abrazaron y el dijeron: "Hijo, ¿cómo es que no has hablado hasta ahora?", a lo que el joven respondió: "Es que, hasta ahora, todo había sido perfecto".
Es una historia muy vieja y un poco tonta, pero que me ha venido a la cabeza estos días de la "Primavera Valenciana"
Se dice a menudo que los jóvenes españoles no se mueven, no se movilizan. Tal vez, en gran medida, sea culpa nuestra. Culpa de toda una generación de padres que nos hemos esforzado en intentar que todo sea "perfecto" para nuestros hijos. 
Nuestros padres trabajaron por darnos a nosotros todo lo que ellos no tuvieron; por conseguir que nosotros fuéramos lo que ellos no habían podido ser. 
Nosotros hemos intentado que ese "estado del bienestar" por el que lucharon nuestros padres, no se desvaneciera; pero, tal vez, al intentar "corregirlo y aumentarlo", al tratar de dar a nuestros hijos "más y mejor", hemos "estirado el brazo más que la manga", creyéndonos las teorías del crecimiento sin fin... y algo comienza a "crujir" en el sistema...
Y ahora nos damos cuenta de que nuestros jóvenes, a los que creíamos "mudos", sí que saben salir a la calle a reclamar sus derechos, cuando se encuentran con la sopa, o con el instituto frío... 
Espero que sepamos aprovechar ocasiones como estas para encontrar juntos otros caminos. Otra senda alternativa a ese "único camino" por el que nos quieren llevar los políticos y "los mercados".


miércoles, 8 de febrero de 2012

La banda sonora de mi Vida


Estos días estoy inmerso en un experimento psico-sociológico.
He “heredado” de mi hija un chisme de esos “con manzanita”, que permite almacenar cientos de canciones y escucharlas en cualquier lugar. El aparato, desde el punto de vista de la generación de mis hijos es un poco arcaico, pues ellos ahora lo hacen ya todo con sus teléfonos móviles, pero yo lo he cogido con gusto.
Como además, en el disco duro de mi ordenador tenía almacenadas y casi olvidadas miles de canciones, ese aparato ahora me sirve para amenizar mis trabajos en el campo o mis viajes con mi propia “emisora de radio”.
¿Qué emite esa emisora? Pues lo que he dado en llamar “la banda sonora de mi Vida”.
Cada vez que alguien me pregunta qué música me gusta, no tengo ni idea de qué contestar. Pues nunca he tenido un estilo ni unos gustos muy definidos…, ni en la música ni en nada…
Entonces, ¿qué música guardaba en el ordenador? No sé muy bien. Toda aquella que ha ido significando algo para mi a lo largo de todos estos (bastantes ya) años…Algunas piezas “más clásicas” y otras mucho más “eclécticas”… Es curioso cómo la música es capaz de transportarnos con unas cuantas notas, diez, veinte, treinta años atrás… para recordarnos momentos de esa época. Momentos importantes o futiles; alegres o tristes; hermosos o ridículos; importantes o patéticos…
¿Qué queda de las personas que escucharon esa música? De nosotros y de los que la escucharon con nosotros. Algunas todavía nos acompañan o están cerca. De otras muchas, sin embargo, hace tiempo que no sabemos nada. Desaparecieron de nuestra vida; o incluso, a veces, de este mundo…
¿Y qué queda de ese ser que tenía nuestro mismo nombre y un cuerpo parecido cuando escuchaba esa música? ¿Sigue viviendo en nosotros o ha desaparecido también de este mundo…?
Hay que ver todas las preguntas que me hago ahora mientras trabajo o mientras conduzco… ¡Todo lo que puede evocar la música!