Los comentarios de radio durante
el desayuno se centran en el último suceso político en Haití. Un diputado, que
plantó cara al presidente de la república, fue arrestado, por orden de éste, en
el aeropuerto de Puerto Príncipe a su regreso del extranjero, acusado de ser un
peligroso delincuente fugado de prisión. Así este país parece tener como única prioridad
ahora mismo discernir quien tiene o no la razón en este conflicto entre los
poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
Cuando bajo paseando hasta el centro,
veo una pequeña multitud en la calle principal. Entre veinte y treinta jóvenes
haitianos están observando cómo dos vietnamitas instalan una gran antena de
telefonía móvil en el centro de la ciudad. Por un lado, me recuerda a la típica
estampa española de “dos trabajan y
veinte miran”. Por otro lado, imagino que muchos de los “mirones” desearían poder trabajar
también ellos. Finalmente, es curioso que en Haití casi nadie tiene agua o
electricidad en su casa, pero la mayoría de los haitianos disponen de uno o más
móviles. Tres compañías se reparten el negocio. La última, la recién llegada
Natcom, es propiedad del ejército vietnamita…
Voy al banco. Tengo suerte, no
estoy ni una hora. Cincuenta personas en la cola. Tres cajeras. Seis guardias
de seguridad. Así es el sistema bancario en Haití.
Me doy una vuelta para visitar
una galería de arte. Desde que estoy aquí tengo la idea de comprar un cuadro. El
problema es que todavía no estoy seguro de haber encontrado “el” cuadro.