domingo, 29 de mayo de 2011

Si tú me dices ven, lo dejo todo... pero dime ven

Hacía tiempo que no leía un libro de un tirón.

Este no es no un libro largo. Incluso puede decirse que “se lee fácil”. Pero es un libro lleno.

Quizá no tanto lleno de contenidos, como lleno de sentimientos. Y no de sentimientos complejos, sino de las emociones simples, (que no sencillas), que mueven, o deberían mover, nuestra Vida.

Creo que es un libro escrito más desde el corazón que desde el cerebro. Tierno e íntimo.

Con reflexiones sobre la infancia. Sobre cuándo dejamos de ser niños. Sobre si dejamos alguna vez de ser niños. Sobre si queremos realmente dejar de ser niños. Sobre si debemos querer dejar de ser niños…

Pero también un libro sobre la Amistad y el Amor. Sobre esas personas que tenemos la suerte de encontrar en la Vida y que nos dan la energía necesaria para vivirla. Esas personas, sin las que, probablemente podríamos vivir; pero sin las que no queremos vivir…

Y también es un libro sobre la Vida. Sobre qué hacer con ella. Cómo enfrentarla. Cómo dirigir nuestros pasos hacia esos lugares mágicos que nos esperan. Allí donde encontraremos las respuestas a preguntas que aún no nos hemos hecho, y a las personas sin las que no querríamos vivir…

Es difícil que apenas cien páginas contengan tanta pasión por la Vida; pero puede hacerse.


jueves, 26 de mayo de 2011

Tea Bag

De un tiempo a esta parte, parece que a todos los suecos les ha dado por escribir novelas policiacas. Henning Mankell, sin embargo, empezó hace muchos años.

En 1991, nos presentó al inspector Wallander, el más humano de todos los investigadores policiales que conozco en la literatura. Un personaje que sus seguidores conocíamos incluso en sus detalles más íntimos, incluyendo su historial médico, hasta que hace unos años su figura se fue difuminando en las nieblas de Escania. Su presencia, sin embargo, nunca podrá abandonarnos.

En “Tea Bag”, la que hasta ahora es la última novela de Henning Mankell, el autor se caricaturiza a sí mismo, a la vez que deposita su mirada cínica sobre el panorama literario sueco. “Tea Bag”, en principio, es la historia de un poeta de mediana edad en decadencia, al que su editor intenta convencer de que es escriba, (¿por qué no él también?...), novelas policiacas. Pero, sobre todo, es la historia de unos seres cuya existencia ni sospechaba: los inmigrantes ilegales, unos seres invisibles para la mayor parte de la población, pero con los que nos cruzamos día a día en nuestras calles.

En el libro, tres muchachas inmigrantes, de diferentes lugares, van desgranando poco a poco su historia ante los atónitos oídos del poeta. Él descubre que cualquier ficción que él sea capaz de escribir palidecerá ante los relatos de estas jóvenes. En ellos hay poesía y oscuras tramas de novela negra; pero, sobre todo, el deseo de ser escuchadas y de ser reconocidas como seres humanos, de salir de su “invisibilidad”, de convertirse en seres de carne y hueso, con sueños y anhelos.

Ante todo eso, el resto de los personajes “visibles” que rodean al poeta, “alter ego” de Mankell, (su pareja, su madre, su corredor de bolsa…) nos parece esperpentos; mucho menos reales que las “muchachas fantasma” que deben pasar la mayor parte de su vida escondiéndose del resto de la población “con papeles”.

Desde luego, “Tea Bag” no responde a los cánones actuales de la novela negra escandinava, como Henning Mankell no es fácil de encajar en el arquetipo del escritor de novelas policiacas. Quizá por eso, desde hace varios años reside en Mozambique, donde dirige una compañía de teatro que ofrece ilusión y posibilidades de futuro a ex niños-soldado y niños de la calle.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Resumen crono-ilógico de un viaje a Bainet.

24 de mayo de 2011.

4.30. Hora a la que habíamos quedado para salir hacia Bainet.

5.15. Hora a la que, finalmente, vinieron a buscarme.

5.20-5.45. Hay que recoger unas cuantas cosas para llevar al terreno.

5.45. Salida de Jacmel

5.49-5.58. Parada en gasolinera para aprovisionarnos de combustible y cosas para desayunar.

6.05-6.12. Cruzamos el primer río y paramos a desayunar.

6.19. Parada para acomodar la carga.

7.01. Nueva parada para reacomodar la carga.

7.44. Cruzamos el segundo río.

8.01. Cruzamos el tercer río.

8.12-8.16. Circulamos un tramo por el lecho del cuarto río antes de cruzarlo.

8.25. Parada para saludar a unos amigos del conductor.

8.45-8.52. Parada “fisiológica”. Descubrimos que hemos perdido parte de la carga.

8.56. Cruzamos el quinto río.

9.15. Llegamos al destino.

Kilómetros recorridos desde Jacmel: 80.

domingo, 22 de mayo de 2011

Nueva excursión a La Baguette

Esta mañana hemos ido de excursión, otra vez, a la Playa de La Baguette.

El Centro Meteorológico de Haití había anunciado fuertes lluvias para todo este fin de semana. Sin embargo, parece que su “bola de cristal” debía estar un poco empañada, pues apenas cayeron cuatro gotas la tarde del sábado…

Hay un dicho francés que afirma que “la vida pertenece a los que se levantan muy temprano”, tal vez por eso también, nuestra jornada de domingo, que empezó muy temprano, transcurrió, finalmente, sin incidentes meteorológicos y nos cundió bastante.

El mar en la bahía de Jacmel estaba incluso, pese a las predicciones oficiales, más tranquilo que nunca.

El objetivo de esta excursión, además de dar a conocer el lugar a otros y otras colegas cooperantes, era visitar las ruinas de un antiguo fuerte francés. Como había que caminar un ratillo, decidimos que el madrugón nos favorecería, pues las andadas a mediodía comienzan a ser penosas en esta época.

El fuerte francés en cuestión, no es que estuviera en ruinas, es que casi había que adivinarlo… Los muros estaban completamente derruidos, e incluso los imponentes cañones estaban semienterrados. De todos modos, la vista sobre la bahía de Jacmel, era, además de “estratégica”, impresionantemente bella.

La segunda parte de la excursión estaba dedicada a volver a la zona de pequeñas cascadas que ya conocíamos, y que ahora, con la época de lluvias, presentaban un poco más de caudal.

Para hacer de “guía-acompañante” en este tramo, tuvimos a un curioso personaje que había trabajado unos años en República Dominicana y hablaba una curiosa mezcla de castellano y creole. Merced a esa circunstancia, y a sus incansables ganas de conversar, disfrutamos de una serie de curiosas anécdotas.

Cuando llegamos a la “zona de baños”, decidió establecer un sistema de “turnos”, porque, como dijo “un cristiano debe respetar a las mujeres, y dejarlas solas cuando se van a bañar…”

Para el camino de vuelta, decidió enseñarnos un “atajo”… Un atajo que duraba el doble que el camino normal, pero que le permitió dos cosas. Por un lado, irnos pasando por las casas de todos sus parientes y amigos, como el que dice “mira lo que me he encontrado hoy…” y por otro lado, le permitió rellenar su cantimplora, no de agua precisamente… Cuando lo hizo, no dudó en invitarnos, amablemente, a beber, pero solo a los hombres… supongo que en este caso, “un cristiano debe respetar también a las mujeres…”

Un poco antes de comer, tuvimos él y yo una interesante conversación sobre el tráfico de drogas. Según sus palabras, “eso es algo que, en todo país, no gusta al jefe”, pero también es algo que se vende “en todo lado”, y, sobre todo, en Miami, donde es muy difícil entrarla en avión, pero “ya tu sabes, en barco es más fácil”… Creo que, al ser ellos hombres de mar, quizá sepan de lo que hablan…

La jornada finalizó, como ya es de rigor, con sesión de baño en el mar y “un frugal almuerzo” a base de langostas a la parrilla, antes de regresar a Jacmel.


viernes, 20 de mayo de 2011

jueves, 19 de mayo de 2011

El Día de la Bandera

El 18 de mayo Haití celebra el Día de la Bandera. La leyenda dice que, cuando los esclavos negros que se rebelaron contra los franceses decidieron que necesitaban una bandera, tomaron la que tenían más a mano, es decir, la francesa, le arrancaron la franja blanca (un color del que no querían saber nada…), y, al coser los dos pedazos restantes nació la bandera haitiana.

La bandera de Haití ha sufrido, como el país, varios cambios de orientación en su historia. Incluso, en el periodo oscuro de la dictadura de los Duvalier, el color azul se cambio por negro. Hay además otra anécdota curiosa: en el desfile inaugural de los juegos olímpicos de 1936 se vio que la bandera de Haití era idéntica que la de Liechtenstein. Algo que no debió gustar del todo a un país tan “chic”, que decidió añadir, desde entonces una pequeña corona en su estandarte, para “distinguirse”…

En cualquier caso, el Día de la Bandera en Haití es un día de desfiles cívico-patrióticos. Todos los colegios desfilan por las con sus uniformes distintivos acompañados de bandas de música que tocan, sin cesar, el himno nacional. Además grupos de jóvenes, chicos y chicas, presentan diferentes coreografías y canciones alusivas, en lo que resulta, a los ojos de un desorientado observador europeo, una extraña mezcla de desfile militar y espectáculo de animadoras de la NBA…

Sea cual sea la motivación, resulta innegable la pasión puesta por todos los participantes en la celebración, y el brillante colorido del resultado.

Otra cosa, como me contaba un compañero de una de nuestras contrapartes, es si realmente puede considerarse que hay algo celebrar en un país ocupado militarmente desde hace sitio años y cuya “soberanía nacional” resulta cuando menos discutible…

Y también resultaba significativo que, en muchos tramos, los desfiles de escolares y estudiantes con sus mejores galas, debían ir esquivando, todavía, montones de escombros y de basura en las calles…

Pero bueno, si, como decía el lema de miles de camisetas repartidas ese día, “la bandera es el símbolo de la reconciliación nacional”, bienvenida sea su fiesta.

Quizá esa sea una asignatura pendiente para los que venimos de un país donde “la bandera nacional”, todavía causa “suspicacias”, quizá producto de heridas históricas mal curada, y donde todavía no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo para ponerle letra al himno nacional…

¿Se podría hacer en España un “Día de la Bandera”? “¿De qué bandera?”, seguro que sería lo primero que preguntáramos… Porque tenemos un montón para elegir…


domingo, 15 de mayo de 2011

El Amor a la hora del desayuno


Hoy la “mesa del desayuno”, por alguna razón, ha comenzado hablando de política y ha terminado con una discusión sobre el Amor…

Lo de la política era esperable, habiendo sido ayer la toma de posesión del nuevo presidente de Haití. La ceremonia fue retransmitida en directo por televisión, y el mundo entero estaba pendiente todas las palabras, gestos y actitudes de los allí presentes.

La verdad es que, con esa base, no sé cómo terminamos hablando de Amor, pero fue una conversación bien jugosa.

El debate se centró en si existe un concepto de Amor universal, intrínseco al ser humano, o no es sino una construcción cultural, que cambia según los países.

Una de las participantes en la “tertulia” es una policía senegalesa. Ella nos contaba que es su país, cuando dos personas sienten que comienzan a atraerse mutuamente, antes de emprender ningún tipo de relación, por un lado deben dirigirse a la familia del otro para presentarse y, por otro lado, deben indagar entre los amigos y conocidos del otro para estar seguros de que son personas honradas, honestas y de recto proceder. Se trata de saber, lo antes posible, si existen “inconvenientes” o “impedimentos” a su relación, como pudieran ser cuestiones de religión, de condición social o de “casta”. “¿Y el Amor?”, le preguntamos, “¿Qué pasa si, a pesar de todo esas dos personas se quieren?”. “Pues lo que no puede ser, no puede ser”, nos vino a contestar.

Y es que, en su cultura, nos dijo, la familia es sagrada, la familia es lo primero. Y nadie va a querer hacer nunca nada que desagrade a su familia.

Ante eso, yo le planteé un concepto, ya no sé si occidental, europeo o personal: la familia está muy bien; es una base, un apoyo y muchas veces una protección. Pero es algo que nos viene dado, no lo elegimos. Sin embargo, el Amor sí lo podemos elegir; podemos elegir con quién compartir nuestra Vida, y creo que, sin duda, es la decisión más importante que hemos de tomar. Claro que a veces podemos equivocarnos, pero no creo que, por que exista ese riesgo, podamos dejar esa importante decisión en manos de otras personas. Ni siquiera en manos de nuestra familia. Tampoco todas las familias, por desgracia, son “perfectas”. Y, sin negar la importancia de la familia, creo que nos unimos a una persona, no a su familia. Si nos terminamos llevando bien con ella, estupendo. Si no, pues intentaremos, al menos, no discutir mucho…

Ante todo este discurso, mi compañera de mesa cabeceaba y decía “no, no, eso no puede ser”… Claramente estábamos ante un choque cultural. Parece ser que, tal vez, tenga que terminar reconociendo que algo tan trascendental para mí como el Amor, no acaba de ser entendido en todos los lugares de la misma manera. ¿Será una obsesión europea?

En cualquier caso, sea como sea, tenga la forma y los códigos culturales que sean, creo que lo importante es que exista Amor, en todo lo que hacemos.

Tal vez por eso, hace más de dos mil años, Eurípides escribió: “El Amor es lo único que tenemos. La única forma de poder ayudarnos mutuamente”


sábado, 14 de mayo de 2011

Comercio Justo

Hoy es el Día Mundial del Comercio Justo.

¿Qué es eso del Comercio Justo?

Tal vez así lo puedas comprender un poco mejor:



Terremotos


Desde aquí; desde el Haití que fue devastado por un terremoto el 12 de enero de 2011; desde este país en el que, vayas donde vayas, todavía se pueden ver las tremendas cicatrices que ese tremendo seísmo dejó sobre su, ya de por sí, maltratada piel; en este entorno, resulta especialmente curioso recibir la noticia de que ha habido un terremoto en España.

Pero, sin duda, lo más curioso es que la noticia te la den tus compañeros haitianos, y, sobre todo, que te comuniquen el hecho con semblante entre sorprendido y preocupado. Sorprendidos de que estas cosas puedan pasar, también, en un “país civilizado”. Y preocupados porque ellos saben bien lo que es terremoto, todo lo que eso conlleva de sufrimiento humano y daños materiales.

Aunque también es bastante curioso recibir las reacciones al terremoto desde España: “Fíjate, han pasado 24 horas y algunas personas todavía no han recibido nada…” “Algunos afectados se quejan de que los puntos de agua están muy alejados… ““Queda mucho qué hacer para recuperar la normalidad…” Me llamó mucho la atención una foto publicada de un campo de refugiados, (según he leído, casi únicamente utilizado por inmigrantes...), muy similar a las que se publicaron de Puerto Príncipe el año pasado. Así como también algunas medidas tomadas por el gobierno español, como la de marcar las casas afectadas con un código de colores (rojo, amarillo, verde), según su estado. Eso es algo que también se hizo aquí y que todavía se puede ver en todas las fachadas.

Claro que aquí en Jacmel las medidas emprendidas terminaron ahí. Ahora pueden verse comercios instalados en casas con el signo “rojo”, en incluso familias que han vuelto a vivir en su interior… También, pasado casi año y medio, los puntos de agua están alejados de muchos afectados… También aquí queda mucho por hacer para recuperar la normalidad…


El progreso y la palmera.

Durante mi última visita a Bainet, tuve ocasión de presentar una escena que, en mi opinión, refleja muy bien algunos de los conflictos que se presentan ante lo que solemos denominar “progreso”.

Para poder trabajar de manera más eficaz y continuada sobre el terreno, una de las primeras actividades que suele emprender nuestra contraparte, (la organización de técnicos haitianos que ejecuta los proyectos), es procurar la instalación de una oficina-vivienda en la zona de trabajo.

En ocasiones, se utiliza alguna casa de la zona que se intenta adaptar a las exigencias del trabajo. En otras ocasiones, si el presupuesto lo permite, se emprende la construcción de un nuevo edificio. Se trata de instalaciones que, una vez finalizado el proyecto del que se trate, serán transferidas a las organizaciones comunitarias de la zona.

Pues bien, para acceder a una de esas oficinas, era necesario hacer cuidadosas maniobras con el vehículo, porque una gran palmera presidía la entrada al patio. No hacía imposible el paso, pero sí exigía calma y paciencia.

Evidentemente, una calma y paciencia que tenía un límite, pues, en mi última visita me encontré con la sorpresa de que se había emprendido la “Operación Palmera”. Se decidió, nunca mejor dicho, “cortar por lo sano” y eliminar obstáculos para los vehículos del proyecto.

Pero no era una tarea fácil. La palmera en cuestión tendría, al menos quince metros de altura. Los medios disponibles no eran muchos: un hacha y una cuerda. Y los riesgos, humanos y materiales, que podría ocasionar una caída descontrolada de la palmera eran importantes.

Pero, había que dejar paso al “progreso”. El proyecto prevé reforestar la zona con unos diez mil plantines de especies frutales y forestales; de manera que una palmera menos quizá no sea un hecho tan significativo…

Como ocurre en España también, uno trabajaba y una docena miraba. Se trataron de tomar las “medidas de seguridad” disponibles… Sobre todo, mantenerse a prudencial distancia… Porque, el resultado de la “Operación Palmera” se mantenía, hasta el final, imprevisible…

Finalmente, la palmera cayó. No exactamente donde se esperaba, pero, en casos como este puede considerarse que la operación ha sido un éxito si no ha habido daños materiales y todos los participantes pueden volver “enteros” a sus casas… El progreso había triunfado.

Sin embargo, tal vez, la palmera, unida a la tierra durante tantos años, tuviera todavía una última palabra que decir… Pasado un rato, cuando ya habíamos abandonado la zona, los técnicos que quedaron allí nos llamaron para decirnos que acaban de notar un pequeño temblor de tierra en la oficina.

¿La venganza de la palmera?


Primera noche en Bainet


Esta semana estuve de nuevo de visita de trabajo en la zona de Bainet. Durante un par de días pude comprobar los avances de los trabajos realizados en agricultura, reforestación y protección del medio ambiente. Como ha llovido mucho en el último mes, todo el campo haitiano está mucho más verde y más bonito.

El viaje, como de costumbre, fue largo y “movidito”, los ríos han comenzado a crecer y, como en varios tramos el “camino” va por el lecho del río, en ocasiones solo la experiencia del conductor le permite entrever cuál es la ruta a seguir.

El tiempo se portó bien conmigo. No llovió; no hizo demasiado calor; e incluso, en ocasiones, una suave brisa nos acariciaba. No obstante, eso no evitaba que sudara. Sudé muchísimo. A veces, de una manera escandalosa. Como se suele decir, “como un gorrino”… Sobre todo, porque caminar por “la campiña haitiana” es un ejercicio muy parecido al alpinismo… Los caminos trepan por pendientes inconcebibles, casi verticales. En esas condiciones, uno no sabe qué es peor, si subir o bajar. Para añadir un poco más de emoción, el terreno suele estar constituido por un polvo muy, muy fino, bastante resbaladizo cuando está húmedo; un tanto peligroso para pies no acostumbrados… Pero, afortunadamente, durante todo el recorrido siempre tuve cerca “un ángel de la guarda”, atento siempre a todos mis traspiés…

La visita incluyó, además, un encuentro con “agentes veterinarios”, un grupo de hombres y mujeres interesados en trabajar en sanidad animal y que han recibido alguna formación al respecto con fondos de uno de los proyectos en los que trabajo. En esta reunión tuvimos ocasión de compartir nuestras diferentes visiones de qué significa trabajar con animales en el medio rural. Al principio, de una manera un poco más formal, pero, como ocurre en cualquier lugar del mundo donde se juntan dos o más “veterinarios”, terminamos contando las típicas anécdotas de la profesión. “pues yo tenía una vaca de parto…”, “pues a mí me llamaron con un ternero que…”

Durante estas jornadas, tuve ocasión también de disfrutar de la hospitalidad rural haitiana. Las familias son muy pobres, sus casas son muy modestas y sus recursos son muy escasos. Pero siempre hay la posibilidad y la amabilidad de ofrecer al sudoroso extranjero un poco de agua de coco para aliviar sus “penurias” y que pueda refrescarse a la sombra.

Al caer la noche, pude disfrutar de un momento muy especial. Mientras me bañaba con un cubo a la luz de la luna, llegaba hasta mí el sonido de una música con resonancias africanas. Se trataba de una reunión, entre religiosa y festiva, pero que resultaba una incomparable “banda sonora” para esa primera noche en Bainet.

Al día siguiente, de camino a una de las zonas de trabajo, nos detuvimos en un típico mercado rural. Suelen estar situados en cruces de caminos o, como en este caso, a la orilla de los ríos que sirven de límite a los distritos. Los puestos no son sino simples techos de paja, en los que la verdad, en muchas ocasiones a mí me resulta muy difícil saber qué se vende realmente o quiénes son los compradores y quiénes son los vendedores. Pero, para los ojos expertos de mis guías haitianos siempre es posible encontrar cualquier cosa, incluso un taller de reparación para la rueda que habíamos pinchado…

En otro cruce de caminos, nos encontramos con un grupo de escolares. Muchos. Decenas de niños y niñas, vestidos con sus pulcrísimos uniformes esperando no sé muy qué. Nos tuvimos que detener unos minutos, durante los cuales nos quedamos mirando los unos a los otros. Por mi mente pasó, al instante, la responsabilidad que supone poder colaborar, aunque sea mínimamente, a alimentar a esa nueva generación, así como tratar de proporcionarles, de alguna manera, una pequeña luz de esperanza en el futuro.

La vida es dura en al campo. Lo es en todos los países. Siempre pendientes del cielo. De que llueva, de que no llueva; de que no llueva mucho; de que llueva a su tiempo… Pero aquí, en Haití, la situación es aún más delicada. Más del 70% de los hombres y mujeres de este país dedican a su vida a la agricultura. Una agricultura muy básica todavía y que no recibe ningún apoyo del estado haitiano, y muy pocos del exterior. Técnicamente se la denomina “agricultura de subsistencia”. Pero casi nunca nos paramos a pensar qué significa eso realmente: si algo va mal, (sequías, inundaciones, huracanes…) el esfuerzo de tantos hombres y mujeres no dará los esperados y merecidos frutos, y su subsistencia, así como la de sus hijos e hijas, se verá seriamente comprometida…

Miremos al cielo. Sin duda de ahí dependen todavía muchas circunstancias que todavía no podemos controlar. Pero también, mientras tanto, no está de más que trabajemos, en la medida de nuestras posibilidades, en la tierra.


viernes, 13 de mayo de 2011

¿Cómo funcionan los bancos?

Unas escenas de la película "Concursante", de Rodrigo Cortés, donde se explica claramente cómo funciona el sistema bancario actual.

Bellas imágenes para explicar una realidad cruel…



martes, 10 de mayo de 2011

La Bassin Bleu


Uno de los atractivos turísticos más célebres en los alrededores de Jacmel es la Bassin Bleu. Se trata de una zona de pequeñas pozas y cascadas situada a pocos kilómetros de la ciudad. Sin embargo, aún no había encontrado la oportunidad de acercarme hasta allá.

El sábado pasado, una amiga de otra organización decidió que no quería dejar pasar su último día en Jacmel, antes de volver definitivamente a España, sin conocer la Bassin Bleu. Y yo decidí que no dejaría pasar esa oportunidad. Así que, caballerosamente, me ofrecí a acompañarla.

El camino hasta allí no estuvo exento de emociones. Algunas derivaban de que, realmente no conocíamos el camino y no es este un país que se caracterice por la profusión de sus indicaciones en sus carreteras. De manera que, contrariando las más acendradas costumbres masculinas, no tuvimos más remedio que ir preguntando en cada desvío o cruce de caminos.

Otra emoción vino dada del hecho de que para llegar allí hay que cruzar “la grand riviere de Jacmel”, y el concepto “puente”, no acaba de instalarse en la red de caminos haitiana. Así que estuvimos un buen rato mirando al río, observando todos los vehículos que pasaban (coches, camiones y motos) hasta decidir que, pese a que el río estaba bastante crecido, “si ellos pasaban, nosotros podríamos hacerlo también”.

Pero bueno, cruzamos el río, encontramos el camino (no sin dar un cierto rodeo, eso sí) y por fin llegamos al “parking” de la Bassin Bleu. Porque sí, al final del camino nos encontramos con el primer aparcamiento de pago que me he encontrado en este país. Además, uno tiene que inscribirse y dejar sus datos a la entrada. A la pregunta de “¿para qué?”, se nos contesta que “por si pasa algo…”. Por si eso no fuera bastante intranquilizador, se nos dice que debemos aceptar los servicios de un guía local, que se presenta llevando a cuestas una gran soga. Ante un nuevo “¿para qué?”, nos explican que hay una parte del camino que debemos bajar con esa cuerda…

El camino recorre una zona de espesa vegetación y de rumorosos riachuelos. El paisaje es uno de los más bonitos con los que me he encontrado hasta ahora; pero no deja de causarnos cierta inquietud el tipo de la soga…

Finalmente, el paso con la cuerda no era para tanto. Apenas diez metros de descenso por una pared con abundantes puntos de apoyo. Y el “apuro” merecía la pena, pues justo después nos encontramos con la famosa Bassin Bleu.

La cascada y el entorno son sin duda espectaculares. El único problema es que, como en los días anteriores había llovido bastante, ese día era más bien la “Bassin marron”.

Pero bueno, así tengo una excusa para volver en otra ocasión y conocerla en toda su “azulez”…


jueves, 5 de mayo de 2011

Pecados de omisión


Ayer se publicó el informe encargado a un grupo de expertos independientes para investigar el origen de la epidemia de cólera que hizo su aparición en Haití en octubre de 2010. Este país había sufrido todo tipo de “desgracias”, pero esta enfermedad no se conocía aquí desde hacía más de un siglo.

El hecho de que los primeros casos aparecieran a lo largo del río Artibonite, justo al lado de una base de “cascos azules” nepalíes, (procedentes de un país donde el cólera es endémico), puso bajo sospecha a los soldados de Naciones Unidas, y por afinidad a toda la colonia internacional, como responsables de esta nueva catástrofe, esta vez sanitaria, que asolaba Haití.

El informe concluye que el desarrollo de la epidemia, que ha ocasionado, hasta la fecha, más de 4.500 muertas y ha afectado a unas 300.000 personas, no puede achacarse a una sola causa.

Se citan un conjunto de circunstancias concomitantes: la presencia de una bacteria especialmente virulenta; la total ausencia de inmunidad ante ella de la población haitiana; las malas condiciones del sistema de distribución de agua y saneamiento en Haití, (cuando éste existe…); el uso regular del agua de los ríos para beber, bañarse y lavar los enseres domésticos; las deficientes condiciones en las que fueron tratados los enfermos en los primeros momentos; y también, finalmente, que las condiciones sanitarias del campamento de “cascos azules” no eran las “suficientes para impedir una contaminación fecal del río Artibonite”.

El resumen es que la introducción de una cepa del vibrio cólera en el medio ambiente de Haití no habría causado una epidemia de tal gravedad, sin las deficiencias simultáneas de los sistemas de abastecimiento de agua, saneamiento y sanidad de Haití.

Hasta ahí, nada que decir. Lo que no acabo de compartir es el párrafo en el que se afirma que, “en consecuencia la enfermedad no fue culpa o debida a la acción deliberada de ningún grupo o individuo”.

En mi pueblo se suele decir que “entre todos la cuidaban, y ella sola se murió”. Me duele pensar que esto pueda haber pasado aquí. En un país que, tras el terrible terremoto de enero de 2010, estaba bajo “la protección de la comunidad internacional”, con miles de expertos internacionales en los más diversos campos trabajando sobre el terreno, ¿es posible decir, prácticamente, que esto ha sido algo así como “un caso de mala suerte”?

¿Nadie es responsable de que la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, niños y niñas, de este país no dispongan de una fuente segura de agua potable, ni de un sistema de evacuación de excretas?

Hace tiempo que sé que se puede cometer un delito por una “acción deliberada”, pero también por omisión. ¿Cuántos delitos de omisión se van a seguir consintiendo en este país? ¿Cuántos silencios culpables atruenan en este mundo?

martes, 3 de mayo de 2011

La botella

Durante este fin de semana he tenido varias conversaciones con diferentes personas sobre temas muy parecidos: lo que podemos y lo que no podemos hacer.
En el fondo es el viejo tema de la botella medio llena o medio vacía.
A menudo dedicamos mucho tiempo y energía a analizar, muy detalladamente, todas nuestras limitaciones. Hay montones de cosas que no podemos hacer. Algunas porque no sabemos, otras porque no tenemos dinero e incluso unas pocas porque ya no somos tan jóvenes y ya no tenemos la salud, la fuerza o la energía necesaria y quizá no podemos. En ocasiones, incluso podemos llegar a “presumir” de nuestros achaques, llegando incluso a “regodearnos” en ellos.
Sin embargo, sea cual sea nuestra edad, sexo o condición social, hay millones de cosas que podemos hacer, tantas como seamos capaces de imaginar, tantas como seamos capaces de crear. Nuestras potencialidades son, sin duda, casi infinitas.
¿Por qué entonces nos empeñamos en fijarnos solamente en aquello que, por lo que sea, no podemos hacer?
Una persona de una cierta edad quizá ya no puede hacer lo mismo que una joven; pero, por el contrario, posee la experiencia, el conocimiento, la capacidad de dedicarse a actividades que ningún joven podría realizar; al menos, todavía.
Alguien que ha perdido su empleo tal vez pierda parte de su ritmo de vida, sus relaciones sociales o su “capacidad de compra”; pero quizá puede aprovechar ese tiempo del que ahora dispone para plantearse algún giro en su trayectoria personal o profesional; o, simplemente, podrá, durante un este periodo de “transición”, dedicarse a hacer esas cosas que siempre quiso hacer y para las que nunca “tenía tiempo”.
Una persona a la que vida le ha sorprendido con una grave enfermedad quizá tenga que plantearse, como me escribía una amiga esta semana, “abandonar la odiosa costumbre de hacer proyectos”; pero, en compensación, quizá tenga una oportunidad valiosísima de saborear la Vida gramo a gramo, “poner a ventilar sus pensamientos” y compartir esa hermosa lucidez con todos los que le rodean.
Hace muchos años leí un hermoso libro, “La historia interminable” de Michael Ende (por favor, no confundir con la lamentable película que se hizo sobre él) en el que se afirmaba que todo lo que uno necesita hacer para ser feliz en la Vida se puede resumir en cuatro palabras: “Haz lo que quieras”.
Siempre he pensado que esto es mucho menos simple de lo que puede parecer a primera vista. Estoy convencido de que si consiguiéramos hacer cada uno lo que realmente queremos en cada momento, sin fijarnos en nuestras limitaciones, sino desarrollando nuestras potencialidades, no solo seríamos felices, sino que además lograríamos hacer felices a todos los que nos rodean.
Para ello, quizá lo primero que tendríamos que hacer es saber quiénes somos realmente, y no sólo qué papel estamos interpretando.

lunes, 2 de mayo de 2011

La Feria de Jacmel


Hoy, Primero de Mayo, se celebra la Fiesta Mayor de Jacmel. Es una mezcla un poco atípica de Santo Patrón (Saint Jacques, Santiago), Día del Trabajo y Feria Agrícola. Pero lo más importante es el objetivo: pasar una jornada de fiesta, un día diferente, que trata de reunir a la población urbana y la rural.
Con tan fausto motivo se ha limpiado, (un poco), la playa de la ciudad, y, entre el mar y los cocoteros, se han instalado casi un centenar de pequeños puestos y tenderetes. El contenido de los mismos es muy heterogéneo. Los hay de grandes instituciones internacionales que presentan los resultados de sus proyectos de desarrollo en agricultura, pesca o sanidad. Especialmente llamativo era uno en el que se mostraban las distintas especies de peces que albergan las costas de Jacmel, algunos realmente extraños y otros de sorprendente tamaño.
Pero, junto a ellos también se pueden encontrar pequeños puestos donde las familias campesinas muestran, orgullosas, todo lo que son capaces de conseguir con su trabajo diario: frutas, cacao, hortalizas,…
Sin embargo, la mayor parte de los puestos son de artesanías. Jacmel es la ciudad de los artistas y sus trabajos son famosos en todo el país. Aunque este día de Feria es también momento de intercambios, pues pueden verse aquí también artesanías de otros lugares, pequeñas obras de arte que es difícil ver reunidas en un mismo lugar.
Y como en toda Feria, tampoco faltan los chiringuitos de comida y bebida, para todo tipo de estómagos; más o menos delicados, más o menos exigentes… Por no faltar, no faltan tampoco tahúres ni charlatanes. Extraños, al menos para mis ojos, juegos de azar, se entremezclan con los tenderetes de productos milagrosos que, con un par de traguitos, aseguran curar todo tipo de enfermedades y dolencias…
El público asistente no es menos variopinto. A la población local se añaden hoy los visitantes de la capital, así como la colonia extranjera casi en pleno; esa curiosa fauna de seres desteñidos que bajo nombres como cooperantes, técnicos, consultores o asesores damos una nota de “color” a todo acontecimiento lúdico-festivo.
Finalmente, ni siquiera el nuevo presidente electo de la república ha querido perderse la fiesta y ha acudido a pasear por la playa. Si lo ha hecho en calidad de trabajador, de artista o de charlatán, eso tendrán que ser otros los que lo decidan…