sábado, 27 de agosto de 2011

Conversaciones con mi jardinero

El argumento de esta película podría resumirse en pocas palabras. Dos compañeros de colegio se vuelven a reunir al cabo de muchos años. Uno es artista; un pintor reconocido que vuelve a su pueblo, a la casa de sus familia, tras toda una vida en París. El otro es un ferroviario jubilado que casi no ha salido nunca de su pueblo, y que ahora se dedica a trabajar como jardinero. El pintor necesita un jardinero y esta circunstancia provoca el reencuentro.

Un argumento sencillo, pero tal vez no se necesita más que eso, y mucha sensibilidad, para hacer una película profunda y emocionante.

Para mí es un reflejo de cómo dos maneras muy diferentes de entender de la Vida, de enfrentarse al mundo, pueden confluir en torno a una mesa, conversando, tomando café (o té). Cómo la felicidad cada uno puede encontrarla en cosas muy distintas, pero puede ser mayor si tratas de compartirla con los demás. Esa felicidad que puede hallarse en la cosas más sencillas o en la tareas más elevadas, pero que hemos de saber reconocerla y aferrarla con fuerza cuando aparece ante nosotros.

También es una expresión, quizás, de que cada uno interpretamos un papel en el teatro de la Vida. Unos son aparentemente más importantes que otros, sí, mas son los que nos tocan a cada uno. Pero la Vida, a veces, nos da también la oportunidad de hacer otras cosas, de dedicarnos, además, a otras vocaciones, intereses o habilidades que pueden ser la diferencia entre tener una Vida plena o no tenerla.

Seguramente no es una película con grandes frases para recordar, pero sí es una película que transmite toda una serie de sentimientos, como la amistad y la ternura, así como una serie de valores, como el gusto por las cosas bien hechas, la sinceridad…

Creo que intenta, finalmente, enseñarnos a apreciar toda la grandeza que puede residir en las cosas sencillas.


Lógicas haitianas

Esta tarde, cuando volvía de la oficina, me he encontrado con esta situación.

Alguien, tras haber pinchado una rueda, había dejado su coche, con el "gato" puesto, en medio de la calle, y se había llevado la rueda a arreglar…

En las cercanías no hay ningún taller de reparación de neumáticos. No es que por esa calle, por la que paso todos los días, haya mucho tráfico…; pero haberlo haylo. Es verdad que la mayoría de los vehículos que pasan son motos…; pero, también lo hacen con frecuencia automóviles, furgonetas, e incluso camiones de gran tonelaje…

¿Qué es lo que impulsa al dueño de este coche a dejarlo “en todo el medio” de la calle? Quizá lo mismo que le lleva a salir sin rueda de repuesto…

¿Qué pasará si algún otro vehículo de cuatro ruedas quiere pasar por ahí? La verdad es que muchas situaciones de la vida diaria de Haití me hacen pensar que uno de los lemas de esta nación podría ser, perfectamente, “el que venga atrás que arree”…


jueves, 25 de agosto de 2011

Artesanos haitianos

Hoy quisiera compartir este interesante vídeo sobre diferentes artesanos haitianos.
Hermosas imágenes con un atractivo fondo musical (que, sin embargo, no es música haitiana...)
Una pequeña ventana para recorrer otros aspectos de este complejo país.


NATURALLY HAITI from David Belle on Vimeo.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Conversaciones durante la tormenta

Este mañana, durante el desayuno, ha caído una fuerte tormenta sobre Jacmel. A la mesa estábamos solamente mi “vecino” canadiense y yo.

En un momento dado me ha preguntado cómo estaba siendo mi experiencia en Haití. Yo le he contestado que, en cuanto al trabajo, como en todos los trabajos, hay momentos buenos y otros, para olvidar… Y en cuanto a lo personal, le he dicho, mis relaciones con los haitianos me han hecho cambiar la percepción que se tiene del país en el exterior. Yo no me he encontrado con un pueblo violento, sino con personas amables y pacientes.

Mi “vecino”, que lleva más de diez años en Haití, me miraba con una cara entre irónica y extrañada. Para él, me decía, la violencia está profundamente arraigada en Haití. Es algo que comienza en el interior de las familias, donde casi todas las mujeres son maltratadas por sus “compañeros” y casi todos los niños y niñas reciben palizas de sus “padres”… En situaciones de crisis política y social, “las masas”, de manera espontánea e irracional, se comportan de manera violenta hasta extremos brutales; bien es verdad que, normalmente, durante periodos de tiempo muy cortos.

En su análisis, el origen de estas situaciones es que la haitiana es una sociedad donde reina el individualismo, así como el desprecio y la desconfianza hacia los demás.

Además, el país está dividido en dos estamentos separados, sin apenas contacto entre sí: el mundo rural y el urbano. A estos se podría añadir un tercero, “la diáspora”, más de cuatro millones de personas de origen haitiano viviendo en el exterior, pero sin contacto alguno con la “realidad” del país. Un auténtico “despilfarro humano” según él.

Finalmente, otro gran problema de la cultura haitiana, decía, es la incapacidad de la introspección crítica, la autocrítica, y la nula disposición a aceptar críticas del exterior.

Todo esto, en su conjunto, dificulta del desarrollo. Además, él había percibido una cierta oposición al desarrollo en sí mismo, sobre todo en el entorno rural. La sociedad rural, me contaba, funciona bien siempre que todos se vean a sí mismos igualados en la pobreza; pero cuando alguien comience a sobresalir, se verá aislado y despreciado por sus vecinos…

Ante la rotundidad de este discurso, yo no podía sino preguntarle. “Y entonces, ¿tú qué haces aquí?”. A lo que él me ha contestado que, pese a todo, él cree en el desarrollo, en la capacidad de ir cambiando, poco a poco, las sociedades. Está convencido que cualquier país, también Haití, a través de un diálogo abierto y sincero, pero, sobre todo, a través de la educación de las nuevas generaciones, puede evolucionar y cambiar lo que podría considerarse un “destino maldito”.

Tras esta conversación bajo la tormenta, no sé si decir que he llegado a dos conclusiones o que tengo que hacerme dos preguntas: “(¿)No he comprendido nada todavía en el tiempo que llevo en Haití(?)”, y, “(¿)He tenido mucha suerte hasta ahora(?)”

lunes, 22 de agosto de 2011

Carta a mis hijos

Hola

Últimamente, se viven acontecimientos tensos, tanto en España, como en el resto del mundo… E incluso en nuestra casa…

En España ha surgido el movimiento de “los Indignados”, 15-M o DRY (Democracia Real Ya), como respuesta a una situación política, social y económica insostenible.

En el resto del mundo, especialmente en los países musulmanes, se han producido levantamientos populares, hasta ahora impensables, dirigidos principalmente por jóvenes a través de redes sociales.

En casa, comenzáis a sentiros mayores y exigís nuevos derechos, que, como es lógico, conllevan nuevas responsabilidades.

A pesar de lo que dijera, en su momento, algún “iluminado”, la Historia nunca termina. Ni la Historia del mundo, ni la de los países, ni la de las personas… La Vida sigue; pero, sobre todo la Vida evoluciona.

Acabo de leer que la diferencia entre “evolución” y “revolución” es solo una “R”; la “R” de la responsabilidad… Una responsabilidad que puede evitar la violencia que, casi inevitablemente, parece ligada a las revoluciones.

Hace poco leía también que otro mundo no solo es posible, ni que ya está aquí. Creo que es bueno que todos tratemos, cada uno desde nuestra posición, de asumir esa responsabilidad de evolucionar; como personas, como naciones y como Humanidad.

Creo que ambos sois inteligentes; ambos tenéis una mente abierta y ambos queréis cambiar esta sociedad. Yo también. Vuestra madre también. Mucha gente a vuestro alrededor también. Algunos partiendo desde bases culturales, políticas e incluso religiosas distintas. Pero creo, sinceramente, que siempre es mejor fijarnos en los que nos une, que en lo que nos separa. Quiero ofreceros, un ejemplo de eso. Me gustaría recomendaros que leáis dos libros. No muy largos, pero creo que con mucho contenido. Uno es “¡Indignaos!”, de Stephane Hessel. Este señor, ¡con 93 años!, ha escrito lo que se considera que fue uno de los documentos básicos del movimiento de “los indignados” españoles… El segundo es “¡Reacciona!”, escrito por diez hombres y mujeres, de diferentes edades y trayectorias, tanto políticas como profesionales, tratando de analizar qué podemos hacer, todos juntos, una vez “indignados”. Porque está claro que, tras la indignación, ha llegado la hora de la acción.

Hace muchos años, un señor muy perverso, pero tal vez, gran conocedor de la sociedad, escribió: “Algo tiene que cambiar, para que todo siga igual”.

Creo que tanto vosotros como nosotros estamos convencidos que ese tiempo ya pasó. Que ahora es el momento de actuar para cambiar, de verdad, este mundo. Quiero que sepáis que para eso siempre podréis contar, también, con nosotros.

Otro señor, al que le tengo mucho cariño, escribió, (y cantó):

“Tal vez será posible que esa hermosa mañana, ni tú, ni yo, ni el otro, la lleguemos a ver. Pero habrá que empujarla para que pueda ser.”


sábado, 20 de agosto de 2011

Ex-compañeros

Esta noche he tenido un sueño raro. Me encontraba en los grandes salones de lo que parecía ser un hotel bastante lujoso. Allí me encontraba con, al menos, una docena de antiguos compañeros míos de colegio. Todos ellos gente con la que no he mantenido prácticamente ningún contacto desde los catorce años. Tanto ellos como yo íbamos elegantemente vestidos. Voy trabando charla con todos ellos, hasta que, en un momento dado, uno me dice: “Bueno, ya que hemos venido a verte, ahora nos indicarás qué cosas bonitas e interesantes hay que ver en Haití…”. Y yo me quedé sin habla, porque, si ya me parecía muy poco probable encontrarme con ese grupo de personas, mucho menos posible me parecía el hecho de que hubieran venido a verme a Haití.

Sin embargo, esta mañana, una de las primeras cosas que he hecho ha sido buscar en internet, a ver si encontraba referencias de uno de los ex-compañeros que aparecían en mi sueño. No podía resistir la curiosidad de saber algo de él… Todavía soy capaz de recordar nombre y dos apellidos de mis compañeros de colegio. Fueron ocho años pasando lista todos los días…

La verdad es que no he encontrado demasiadas pistas de él en la Red… Mi generación todavía no es “nacida con Internet”. No hemos volcado toda nuestra vida en redes sociales y blogs. Aunque pueda parecer inconcebible, muchos de mis contemporáneos viven dejando apenas pistas en la Red. Aunque hay “grandes chivatos”, como son los Boletines Oficiales… Si uno se ha presentado a alguna oposición o si tiene algún requerimiento administrativo… ¡todo se sabe! O casi todo… A veces me pregunto, qué pasará con toda la ingente cantidad de información, (fotos y videos incluidos), que nuestros hijos dejan circular constantemente por internet. ¿Les servirá de algo en el futuro? ¿Se avergonzarán de ello? ¿Les servirá para conocerse mejor a sí mismo?

En mis andanzas por Facebook he llegado a “tropezarme” con algunos antiguos compañeros… Alguno, como yo, desperdigado por esos mundos de Dios…; pero, de pronto, sin muchas cosas que decirnos. Nuestras Vidas se separaron hace ya tantos años, que nuestros recuerdos comunes se remontan, pareciera, a escenas en blanco y negro, de una España muy distinta a la que ahora tenemos.

Ellos, y otros, aparecieron en mi sueño de anoche. Al fin y al cabo, son parte de mi Vida.


viernes, 19 de agosto de 2011

Diario del Congo

He comenzado a leer “El diario del Congo” de Ernesto “Che” Guevara.

Suelo reconocer mis pecados, y uno de ellos es sentir, todavía, una cierta atracción por ese personaje. No sé si calificarla de romántica, nostálgica o simplemente, de irracional. Durante mis años en Bolivia tuve ocasión de trabajar en la zona de los Valles Cruceños, donde el Che intentó organizar una guerrilla revolucionaria, un “nuevo Vietnam” en el corazón de Sudamérica, y donde solo consiguió encontrar, finalmente, la muerte.

Allí pude conocer y visitar algunos de los “santuarios del Che”: la escuelita de La Higuera, la lavandería del hospital de Vallegrande o la fosa donde su cada permaneció veinte años “desaparecido”…

También pude conocer allí a los “nuevos revolucionarios” cubanos. Universitarios, sobre todo médicos, que se educaron bajo el lema “seamos como el Che” y que ahora trabajan en todos los lugares allí donde hace falta trabajando en cooperación. Pues, tal vez, como tuve ocasión de compartir durante una charla con un médico cubano en el “Museo del Che” de Vallegrande, la cooperación internacional sea “la guerrilla” de nuestros tiempos.

Tal vez por eso, en la lectura del “Diario del Congo” encuentro tantos paralelismos con mi trabajo en Haití. Desde el idioma, (un francés que luego se demuestra bastante inútil para comunicar con la población…), hasta la ausencia de liderazgos políticos claros, pasando por una dudosa capacidad de una organización eficaz de las tareas… También, desde el “lado guerrillero”, nos encontramos en ambas situaciones con cierta “falta de espíritu revolucionario” y con la presencia de gran cantidad de “mercenarios” en nuestras filas…

Como el Che, trato de que no cunda el desaliento, así como de realizar frecuentes charlas “doctrinales” entre mis compañeros locales, tratando de imbuirles de una auténtica “moral revolucionaria”, con “el espíritu de sacrificio de un auténtico guerrillero” como principal norma de comportamiento. Todo ello, “a pie de obra”, tratando de no dar, en ningún momento una impresión de superioridad, sino de compañerismo; pues, al igual que reconoce el Che en el Congo, yo también soy consciente que puedo aprender muchas cosas de mis compañeros locales “en la lucha”.

Un curioso paralelismo más. Ernesto Che Guevara estaba escribiendo sus diarios en el Congo en los mismos días en que yo nacía…


La piscina del cónsul

Hace unos días tuve ocasión de conocer un curioso rincón de Jacmel. Se trata de una casa del centro histórico de la ciudad, en su prestigiosa “rue du Commerce”. Esta era la calle donde, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, se establecieron los más ricos comerciantes de la ciudad.

La casa en cuestión, como es lógico, había ido teniendo diferentes propietarios. El último fue el cónsul de los Estados Unidos en Jacmel.

El terremoto de enero de 2010 fue especialmente cruel con el centro histórico de Jacmel, que quedó prácticamente arrasado. Esta casa, como otras tantas, es, todavía, un espeluznante reflejo de los terribles acontecimientos de ese aciago día.

Sin embargo, la casa es también reflejo de una historia de decadencia progresiva. El seísmo culminó un proceso que ya había comenzado hacía décadas. Fue el remate final de un proceso degenerativo de la ciudad; tal vez de todo un país.

Causas, culpables, responsables… pueden encontrarse mucho. Aunque creo que en estos momentos lo más importante sería buscar, más bien, soluciones, proyectos, ilusiones…

La casa del cónsul casi no existe ya sino en nuestra imaginación. La naturaleza ha comenzado a tomar posesión de su jardín. Árboles poderosos y flores exuberantes arrancan de entre sus baldosas y cubren sus paredes. El cielo hace de techo; claro, luminoso, ardiente.

De los esplendores pasados, de las veladas entre “gente bien”, solo queda su piscina, con cierto aire romano. Un hotel vecino ha decidido restaurarla. Solo la piscina. No, por ahora, el resto de la casa. Así, por un “módico” precio, uno puede, cerrando los ojos, sentirse tal vez, por un día, cónsul honorario o rico comerciante, en una ciudad que ya no existe.


El viejo relojero

Desde hace unos días tenía un problema con mi reloj. Es un reloj que tengo hace muchos años. Me lo regaló la persona que más quiero, supongo que para que en todo momento recuerde el tiempo que hemos pasado juntos… y todo el que todavía nos queda por pasar…

No era un problema grave. Solo una pequeña pieza de la cadena se había roto y era preciso repararla. El asunto es que cosas que en España se solucionan fácilmente, aquí en Jacmel no siempre resultan tan sencillas. Este reloj es, como ya he dicho, una pertenencia muy querida para mí.

Tras darle muchas vueltas, me decidí a preguntar a un jacmeliano si conocía a algún relojero de confianza. Me dijo que sí, e incluso se ofreció a acompañarme.

En una de las calles principales, a la puerta de su casa, y a la sombra de unos porches, allí estaba el viejo relojero. Una silla de madera y su pequeño, muy pequeño y humilde puesto. Me dijo que, por supuesto, podría reparar mi reloj. Al momento, ¿su esposa?, saco de la casa un par de sillas para que esperáramos más cómodamente. Era el medio día, y un calor ardiente azotaba Jacmel.

El viejo relojero comenzó a rebuscar entre sus materiales. Dos gastadas bolsas de plástico con infinidad de piezas de reloj mezcladas. Mientras le miraba trabajar, calculé que en esas bolsas debía haber piezas de los relojes de tres generaciones de jacmelianos, al menos.

Por el sistema de prueba y error, el viejo relojero consiguió encontrar la pieza que necesitaba. Si bien no acababa de ajustar, con una serie de golpecitos, no demasiado delicados, consiguió resolver el problema. Mientras terminaba, se mordía el labio inferior, con la misma expresión que un niño haciendo sus deberes con aplicación.

Finalmente, con cierto orgullo, el viejo relojero me devolvió mi querido reloj. Gracias a él, seguiré viendo pasar el tiempo en esta histórica ciudad que me acoge desde hace meses.


jueves, 18 de agosto de 2011

Hospital Saint Michel


Ayer estuve en el Hospital Saint Michel. Se trata del principal centro médico de Jacmel. Un hospital público. De hecho, creo que el único hospital público del Jacmel.

La primera impresión es que es como una ciudad, dentro de otra ciudad. Nada que ver con nuestros mastodónticos “Hospitales Generales”. En el Saint Michel, hay edificios de una sola planta, calles, jardines e incluso una iglesia bastante grande… Es verdad que las instalaciones no son demasiado nuevas; algunas sufrieron los efectos del terremoto de enero de 2010 y han sido sustituidas por tiendas de campaña provisionales… que ya se han convertido casi en definitivas…

Sin duda es un hospital modesto, sencillo… y superpoblado… Pero, de alguna manera, me parecía más humano que algunos centros hospitalarios españoles… No sé, aquí, por ejemplo no “huele a hospital”… y, sin embargo, puede decirse, en líneas generales, que estaba limpio.

La razón por la que tuve que acudir al hospital fue un tanto curiosa. Por razones laborales, estoy intentando solicitar una visa de residencia en Haití, y uno de los requisitos es presentar un certificado médico en el que conste que el interesado no es portador del virus del VIH/SIDA.

Estos días recordaba que, cuando comenzaron a aparecer los primeros casos de esta enfermedad, se comenzó a denominar como la enfermedad de las tres “H”: Homosexuales, Hemofílicos y Haitianos. El tiempo ha demostrado que ese concepto era totalmente erróneo e injusto con los tres colectivos aludidos.

La verdad es que el trato que he recibido en el hospital Saint Michel para realizar estos análisis ha sido en todo momento correcto y profesional. Iba a decir también “rápido”, pero la rapidez es un concepto muy relativo, y bastante variable a ambos lados del Atlántico…

Como curiosidad, por alguna razón, la consulta a donde tuve que acudir estaba al lado de la sala de espera de las mujeres gestantes que venían a revisar su embarazo. La mañana que fui pude ver a más de treinta mujeres, todas en muy avanzado estado de gestación. Lo que me llevó a plantearme dos cosas: ¿no se colapsará el paritorio el mes que viene? Y, ¿cómo acude al hospital una mujer a punto de dar a luz, si aquí todas los taxis son motos? Me temo que aquí, también, alguna criatura ha nacido en el taxi…


domingo, 14 de agosto de 2011

Sueños infantiles

Hoy en mi paseo matutino me ha dado por fijarme en los niños con los que me iba cruzando por el camino. En qué hacían, cómo jugaban…

Me he encontrado a tres niños jugando en medio del camino a lo que hacía años que no veía: a las canicas. Lo que ocurre es que ellos no tenían esas bolitas de cristal con las que nosotros jugábamos cuando éramos pequeños. Ellos jugaban simplemente con piedras…

Otro niño jugaba a acarrear piedras con su camión de plástico. Un camión hecho con la parte inferior de un bote de plástico y tres tapes rojos como ruedas… (Si, tres. O el cuarto se perdió o el “artesano” no encontró más disponibles…)

Un niño de unos seis años a lo que jugaba era a cuidar de su hermanito de dos. Al menos no daba la impresión de que hubiera ningún adulto cerca al cargo de ellos.

Finalmente, un sudoroso adolescente de unos trece o catorce años pedaleaba bajo el ardiente con una bicicleta BMX del mismo modelo (y de la misma época seguramente…) de las que salían en la película “E.T.”…

¿A qué juegan los niños en España? Ahora, desde luego, juegan poco en la calle. Suelen estar bien “protegidos” en nuestras casas, bajo la “supervisión” de un adulto… Aunque, en muchas ocasiones ese “adulto” sea el programador del canal de televisión correspondiente, el “responsable” de contenidos de internet o el diseñador de video juegos para la Playstation… Asomados siempre a una pantalla, nuestros hijos conocen mucho más del mundo ¿real? que los niños haitianos, que solo conocen el mundo que ven pasar por la puerta de sus casas o de las tiendas de campaña donde viven.

Parecen infancias y adolescencias muy distintas, pero tal vez no tanto. En ambos casos se enfrentan a grandes incertidumbres. La mayoría de los niños haitianos todavía no saben seguro si irán a la escuela en septiembre. Los españoles, sí, (aunque con la que está cayendo, ya no sé si poner la mano en el fuego…). Pero todos ellos, a ambos lados del Atlántico se enfrentan a un futuro incierto. Los padres les decimos que estudien mucho porque así tendrán más posibilidades en la vida, aunque, mientras lo decimos, tanto los padres españoles como los haitianos, nos sentimos profundamente incapaces de asegurarles que esas posibilidades existan realmente.

Se habla de “generaciones perdidas”… ¿Cuántas ya realmente? Creo que son más bien energías desaprovechadas, ilusiones frustradas…, muchos sueños con un duro despertar. Suponiendo que nuestros niños no se hayan olvidado de soñar...

¿Somos capaces realmente de darnos cuenta de cuánta responsabilidad tenemos? Individualmente y como sociedad. Creo que debemos meditarlo bien cada uno, y unirnos después para luchar juntos y exigir también responsabilidades a las instituciones políticas y sociales que hemos creado y que no responden al mandato que les fue otorgado. Y todo esto, tanto en el Caribe como en el Mediterráneo…



La cabra tira al monte

Este viernes hubo otra vez “celebración” en Bainet. Algunos me comentan que parece que aquí no trabajamos y que solo vamos de fiesta en fiesta. Bueno, esta vez se trataba de celebrar todo lo que han trabajado juntos los hombres y mujeres de Bainet, con el apoyo de algunos técnicos, tanto locales como extranjeros. En cualquier caso, este país tan sufrido, o tan “resiliente”, como gustan de decir los técnicos, ama las celebraciones…

Se trataba de hacer un balance de nueve meses de trabajo y de hacer entrega de cabras y útiles agrícolas a algo más de un centenar de familias.

En primer lugar, los “agentes veterinarios”, hombres y mujeres que se han formado para apoyar a sus vecinos en la crianza del ganado, realizaron la revisión y desparasitación de los animales antes de su entrega. Sentí una especial satisfacción de poder compartir con algunos de ellos, pequeñas enseñanzas, o “trucos del oficio”, adquiridos con la experiencia…

Después nos trasladamos al local alquilado para la “celebración”. La verdad es que el local, tanto en su aspecto exterior, como en su decoración interior, resultaba digamos “un tanto sospechosa”… ¿Se imaginan celebrar una asamblea de vecinos en el “Club Venus”…? Pues algo así parecía… Solo la presencia del “pastor” (no el de las cabras, sino el “representante del sector religioso”…), me tranquilizó un poco respecto a la “honestidad” del local del evento…

El acto central transcurrió como de costumbre… Es decir, demasiado largo, protocolario y, a ratos, soporífero… (Para mi vergüenza, alguna cabezadita ya di…). Tras la oración y el himno nacional, “palabras de circunstancias” de todas las autoridades e instituciones presentes…; incluso yo mismo tuve que improvisar un discurso, agradeciendo a tantos hombres y mujeres su esfuerzo por dejar un país un poquito mejor para sus hijos.

Posteriormente se celebró un sorteo de los animales a distribuir y se hizo entrega a los agentes veterinarios de un kit de herramientas para desarrollar su tarea.

Tras la comida, nos dirigimos todos al recinto donde habíamos dejado a las cabras ya desparasitadas y numeradas… para encontrarnos que habían montado un lío respetable… Se habían quedado atadas por parejas formando lotes, pero en el rato que las habíamos dejado solas no se habían estado quietas, claro, ¡son cabras!; de manera que la mayor parte de las cuerdas se habían enredado y ríase usted del famoso “nudo gordiano”… Al final, como en la leyenda, tuve que hacer de Alejandro Magno con mi navaja suiza y liberar a algunos animales que se encontraban especialmente en problemas…

Finalmente, no hubo que lamentar “desgracias caprinas” y solo unas pocas, muy leves, personales (cornadas de machos cabríos inquietos, sobre todo).

Del viaje de regreso, con nuestro “chófer oficial”, ¿qué decir? Si llegamos todos enteros y el coche se podrá volver a utilizar, puede decirse que fue un éxito…


sábado, 13 de agosto de 2011

Concursante

¿El dinero da la felicidad? Algunos dicen que el dinero solo es importante si nos falta. ¿Ganar un premio de tres millones de euros nos haría más felices? ¿Nos haría la vida más fácil? ¿Qué pasaría si, de repente, pusieran en nuestras manos todas aquellas cosas que alguna vez quisimos tener?

“Concursante” nos plantea todas estas preguntas y muchas otras. Nos cuenta una historia, pero, sobre todo, nos enseña Economía. Pero no nos enseña la Economía de la que hablan los telediarios y las páginas sepia de los diarios. Nos habla de esa parte de la Economía que no quieren que conozcamos; de esa que es solo para los “iniciados”.

Pero, ¿es una película o un documental? ¿Se puede hacer una película que enseñe Economía? ¿Se puede hacer una película que enseñe Economía y además sea entretenida? Parece rizar el rizo, pero lo han conseguido. Con un ritmo original, buenos actores y unos hallazgos estéticos impresionantes.

Una película muy crítica, que trata de movernos a pensar más allá de los caminos y los esquemas trillados. Una película totalmente de actualidad: bancos, créditos, tipos de interés, impuestos, mercados…

¿Quién maneja el mundo y por qué? ¿Hay alternativas? Quizá no. Quizá sí. En todo caso, tendremos que buscarlas entre todos. Pero, para eso, deberemos llegar a darnos cuenta de quién es, realmente, no sé si decir “el enemigo” o “la mano que mece la cuna”. Comenzar a ser conscientes de cuantos “regalos envenenados” hay en la sociedad que nos rodea.

No solo hay que abrir los ojos, hay que empezar a ver.

sábado, 6 de agosto de 2011

Energías

Afortunadamente, la tormenta tropical Emily, no descargó sobre Haití con toda la energía que se preveía inicialmente. Algunos titulares de la prensa local afirmaban que “las montañas vencieron a Emily” Incluso, me contaban anoche, algunos campesinos de esta zona están convencidos de que fue una “mágica” intervención de un poderoso empresario local, que colocó grandes camiones en la cumbre de algunas colinas cercanas al mar, la que logró deshacer la tormenta…

En cualquier caso, una de las situaciones que más llamaron mi atención durante el paso de Emily, fueron los esfuerzos incesantes de la dueña de mi hotel por mantener el suministro eléctrico durante todo el día…

En Jacmel, la compañía de Electricidad de Haití (ED’H) produce energía a partir de cuatro grandes generadores diesel. El suministro eléctrico nunca es durante las 24 horas del día, sino durante periodos variables, según criterios bastante incomprensibles. Por eso, la mayoría de las casas y oficinas “de un cierto nivel” disponen de un inversor, un aparato que carga unas baterías mientras hay servicio de ED’H, y que permite transformar la energía acumulada en esas baterías en electricidad doméstica cuando “no hay luz”. Además, algunas instalaciones, como la del hotel, disponen de paneles solares como sistema de carga complementario de las baterías. Por eso, en condiciones “normales”, se puede vivir con la ilusión de que hay electricidad las 24 horas del día.

Lo que ocurre, es que aquí las condiciones son rara vez “normales”. Anoche también, un colega español opinaba que la decisión de cuándo había y cuándo no servicio de ED’H debía estar en manos de un chimpancé enloquecido encerrado en el cuarto de los interruptores…

Para intentar compensar esas “locuras”, algunas viviendas y establecimientos, disponen también de un pequeño generador diesel. Pero, (parece nunca acaban los “peros” en Haití…), he aquí que el abastecimiento de combustibles de Jacmel está controlado por una sola y muy poderosa familia (sí, esa misma de los “poderes mágicos”…). Y que esa familia, por razones que se me escapan, está peleada con el director de la ED’H en Jacmel… Consecuencia, de vez en cuando, les “cortan al grifo” a los generadores de electricidad y toda la ciudad de queda sin luz por un tiempo (incluso el cuarto de interruptores y el mono se quedan a oscuras…). Si ese tiempo no es muy largo, algunas viviendas y oficinas pueden compensarlo con los inversores y las baterías. Pero si se prolonga, hay que echar mano de los pequeños generadores domésticos… si es que queda diesel en la ciudad… Una decisión que depende de una sola persona… Además, aunque esa persona “esté de buen humor”, todo el abastecimiento de combustible de Haití depende de que el barco que lo trae regularmente de Venezuela, no tenga problemas en alta mar…

La dueña de mi hotel, en uno de nuestros desayunos me contaba lo que le gustaría ser autosuficiente energéticamente, y no depender del humor de un par de familias locales. Pensaba en más placas solares y en molinos eólicos. La verdad es que sol nos sobra y viento, en muchas ocasiones también. En general, en Haití, creo que sobra energía; se desperdicia energía; pero es “mala energía”.

Ojalá este país encuentre la manera de canalizar toda esa energía para construir un país, un futuro.


jueves, 4 de agosto de 2011

Un corazón hermoso

Esta tarde, cuando volvía de la oficina caminando, se me ha acercado un hombre. Es difícil saber su edad a ciencia cierta. Quizá era mayor que yo, tal vez era más joven. Lo que sí se le veía es desgastado por el trabajo y un cierto grado de privaciones. Sin embargo, su rostro albergaba una sonrisa franca.

Se dirigía a mí para pedirme trabajo; que lo necesitaba. Directa y abiertamente. No me pidió dinero ni pretendió en ningún momento dar lástima. Transmitía, ante todo dignidad.

Yo le expliqué que trabajo para una organización muy pequeña que no suele contratar directamente personal en Haití. En cualquier caso le pregunté cuál era su oficio. Me dijo que era albañil. Yo le sugerí posibilidad de dirigirse a una de nuestras contrapartes locales que, en ocasiones realiza obras de construcción. Solo era una posibilidad remota, pero el hombre se mostró tremendamente agradecido. Se ofreció a dejarme su número de teléfono, por si yo me enteraba de alguna cosa. Es curioso, pero aquí todo el mundo suele llevar un móvil en el bolsillo. El suyo era un modelo básico, humilde, pero lo llevaba envuelto como una joya; quizá por ser una de sus esperanzas para encontrar empleo. Yo llevaba bolígrafo, pero no llevaba papel. El rebuscó en su gastada mochila y sacó una hoja tamaño cuartilla. Parecía un anuncio de alguna cosa. Esas hojas que nos dan a la salida del Metro y que tiramos de inmediato (y no siempre en una papelera…). Allí estaba escritas ya varias direcciones y números de teléfono. Tal vez, otras tantas ilusiones. Nos detuvimos un momento, tomé del suelo, de un montón de escombros, un trozo de hormigón plano, un fragmento de la pared de alguna casa derruida por el terremoto. Allí me escribió su nombre, su profesión y su número de teléfono. Yo le prometí que si sabía de alguien que necesitara un albañil, le daría sus referencias. El me expresó su agradecimiento diciéndome que el Buen Dios cuidaría de mí. Yo le dije que esperaba que el Señor fuera benevolente con él. Nos despedimos, siempre sonrientes, con un sincero apretón de manos. No sé dónde pasará él esta noche, que se anuncia de tempestad…

Creo que, a veces los nombres, que nos ponen de pequeños pueden marcarnos un poco en la Vida. Este hombre se llamaba Jolicoeur, “hermoso corazón", y me dio la sensación de que, realmente, lo tenía.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Interiores haitianos

Estoy teniendo la ocasión de acceder a los resultados de un “experimento” muy interesante.

En el marco de un proyecto de desarrollo rural, una de las actividades ha sido entregar una cámara (de esas desechables) a unos 70 escolares (entre 12 y 17 años) para que hicieran fotos “de temática medioambiental”. Se trataba de que reflejaran su entorno natural, con sus valores y sus problemas y amenazas, así como las acciones emprendidas para protegerlo y gestionarlo mejor. A final de este mes se realizará una exposición de las mejores fotos presentadas.

Como responsable del proyecto, estoy participando en el proceso de selección de fotografías, y está resultando algo apasionante.

Para casi todos era la primera vez que tenían en sus manos una cámara, por eso una de los motivos más abundantes en las fotografías es un dedo en el objetivo… Pero para la mayoría era también la única ocasión que han tenido de hacer fotografías. De manera que han aprovechado para hacer fotos de su familia y sus mascotas, (nunca me hubiera imaginado que tenían tantos gatos en las casas…), así como en “bodas, bautizos y comuniones”. También, muchos han reflejado cómo es el interior de sus casas y cuáles son sus pertenencias más preciadas, (hay, por ejemplos varias fotos de la vajilla familiar…)

Así, independientemente del proceso de selección de fotos para la proyectada exposición, y más allá de la calidad técnica de los resultados, es una ocasión única para ver Haití con los ojos de los haitianos. Cómo ven a su familia. Qué cosas les gusta hacer cuando están con sus amigos, (he encontrado muchos músicos aficionados…). Cómo viven. Como juegan. Cómo rezan. Cómo aman. En suma, esas más de mil fotos me están permitiendo acceder a una parte de sus vidas a la que difícilmente podría haberme acercado de otra manera.

Y en el fondo no somos tan distintos. En general, podría decirse que lo que transmiten esas fotos es que todos los seres humanos compartimos una serie de anhelos e ilusiones parecidos. El hecho de haber nacido en un lugar u otro solo cambia, tal vez, las posibilidades de realizar nuestros sueños.

Pero lo más importante, sin duda, más allá de las dificultades, es que no nos olvidemos de soñar.


lunes, 1 de agosto de 2011

Reforestación urbana en Jacmel

Hoy he salido a hacer unos recados con el auto y he descubierto que ha comenzado a realizarse algún tipo de limpieza en las alcantarillas de Jacmel. Más vale tarde que nunca, dicen, y también, nunca es tarde, si la dicha es buena. Tal vez el anuncio de la muy probable llegada de una tormenta tropical durante esta semana haya movilizado los esfuerzos de las autoridades.

El problema es que aquí los esfuerzos de las autoridades parece que nunca se movilizan mucho, ni con demasiada continuidad.

En el caso que nos ocupa esto supone que se han dejado la mayoría de las bocas de alcantarilla abiertas…; tal vez a la espera de una nueva “movilización”, tal vez definitivamente… Nunca se sabe.

Para paliar, en parte, los peligros que esta situación conlleva para el tráfico rodado y peatonal, se ha optado por señalizar las alcantarillas abiertas de una manera peculiar: en cada una de ellas han puesto un arbolito… Las calles de Jacmel no están muy iluminadas por la noche, pero es casi seguro que si vas en moto y ves un árbol en medio de la calle, vas a tener cierta precaución al pasar por allí.

No sé a ciencia cierta lo que ha de durar esta situación, pero teniendo en cuenta, por un lado, el escaso entusiasmo de la alcaldía de la ciudad por las obras públicas, y, por otro lado, la cantidad de materia orgánica que contienen las alcantarillas de Jacmel, creo que, seguramente sin querer, pero estamos ante un interesante proceso de reforestación urbana…

Nota: la foto no es de Jacmel, pero refleja una situación muy similar.